Tengo suerte, el nombre Rebecca es fácil decir en castellano. En Chile, cuando me presenté, muchas personas me decían, “Pero es un nombre español”. De verdad, el nombre Rebeca es común en España y en América Latina, pero me nombraron por la hermanita de mi mamá. Mi tía usa el apodo Becky. Yo no. Le amo a mi tía Becky. Aparte del primer día de la escuela, cuando los maestros hicieron el error de llamarme así, es el apodo de la tía, no el mío. Me llamaron Reb, Bec, Becca, incluso Reba. Un compañero creativo me llamó Reepicheep, como el ratoncito del libro La Travesia del Viajero del Alba de Las Crónicas de Narnia.
Me gusta como se pronuncia mi primer nombre en español. Antes de escribir eso, no me di cuenta de eso ni me pregunté por que. Me encanta el sonido de la erre. Es suave la pronunciación de las vocales. Aún mejor, es como lo dicen los amigos, con la -ita para mostrar afecto. Mi nombre de 7 letras se convierte en nueve: Rebequita. Es una de las maneras favoritas mías para estar llamada.
A los seis años, pronuncié mi nombre, “Wabeca” en inglés. La logopedia era un punto flaco mío. Carlos Espada era un hombre cubano-americano en la iglesia de mis papas, casado con una norteamericana. Una vez, después de la misa me propuso una meta que cambió mi vida, “Tienes un nombre tan bello. Quiero enseñarte como decirlo en español, Rrrrrebeca.” Era un gesto muy amable para ayudar esta niña luchando con decir su propio nombre. Me demostró la pronunciación de la erre. Quería imitarle, pero no podía y estaba frustrada. Me dio ánimo, diciendo, “No te preocupes. Sólo te hace falta la práctica.”
Semana tras semana, practique más y más. Cada domingo me preguntaba como me fue y me habló de la técnica. Finalmente, después de seis meses, estaba leyendo un libro cuando exhaló correctamente entre la lengua y el paladar, haciéndola vibrar. Practique más para asegurar el éxito. Entonces, le enseñe a mi mamá lo que logré hacer. Ella respondió con un grito de alegría. Toda la semana ensayé mi primer nombre en español, pensado que lo decía tal como el señor Espada. El domingo, le dije, “RRRabaca”. Me respondió, “Very good. ¡Muy bien, Rebequita!” Entonces trabajó en mi formación de las vocales.
Estaba en el primer grado yo, y no me di cuenta hasta mucho más tarde del regalo que me presentó el Señor Carlos Espada. Él me inició el camino como principiante del castellano, me dio el poder de pronunciar mi nombre y conquistar la letra más difícil para extranjeros. Pasaron dos años más en la logopedia para poder pronunciar mi primer nombre en inglés. Hoy, cuando oigo la versión española de mi nombre me acuerdo de mi querido profesor y me siento amada.