El domingo pasado tuvimos un punto de inflexión en nuestra cocina. Durante el desayuno, hablaba en español con nuestra hija, como es mi hábito y recibo respuestas en inglés. Trabajo para defenderme de la desilusión cuando mis sugerencias para responder en el mismo idioma fallan después de una sola frase. Todo era lo mismo, hasta de repente aquella mañana en la silla al otro lado de mi, nació un entendimiento.

“Mamá, ¿porque hablas mejor el español que yo?” me preguntó en inglés. Una década estaba esperando esta pregunta, y sonreí. Estaba muy agradecida por el nivel de entendimiento nuevo de nuestra hija de diez años. Como mi manera directa de solicitar el español rara vez funcionaba, una meta de hablar bien en un país latinoamericana si funciona. (Hablaré más de eso abajo.)

Después de hacer un baile de “goooool” en mi cabeza, le respondí en español. “Bueno, lo hablo por lo menos dos horas diarias. Lo leo y lo escribo todos los días… Practico más. Y he estudiado por más tiempo.” No soy hablante nativa (quizás esta no sea noticia nueva para los lectores…) y lo sabe nuestra hija. Aprendí mi segundo idioma en clase, verbo por verbo. Como conté el año pasado en El gran experimento bilingüe, me prometí que nuestro hijo o nuestra hija empezaría con dos idiomas. Durante una década hice mi mejor esfuerzo, con resultados mixtos. La comprensión de nuestra hija es alta, pero la producción verbal es baja.

Mi hija tenía un tono sorprendido, “¿Escribes en español?”

“Sí, escribo correo electrónico en español y traduzco mi blog a español.”

“Quiero más libros en español.”
“De acuerdo. Y no te preocupes, hablarás más fluidamente después de practicar más.”

Vamos a México en marzo. El español será una bendición allí. Por dos semanas hablaba de cuan emocionada estoy para comunicarme allí en el lenguaje de su tierra. Parece que se comunicaba la emoción. “Podemos ser las interpretes para la familia,” le conté. A nuestra hija le encanta la idea de estar en carga de ayudar a un adulto.

Durante nuestra charla del fin de la semana me aproveché de sus ganas de aprender para solicitar un acuerdo , “¿Qué tal hablemos español durante el desayuno también?

“Sí, quiero,” me dijo.

“Muy bien.” Sonreía y mantenía la calma, pero por dentro hice saltos de alegría.

Las lecciones de español ya no son simplemente mi idea. Nuestra conversación el domingo era un gran cambio de mente por la parte de nuestra pequeña. Desde las clases preescolares monolingües en inglés, estaba reticente para hablar en español. La voluntad para aprender suya me parece un gran premio por las horas que pasaba leyendo, jugando, lisonjeando y bromeando en español. Tenemos nuestro tiempo especial al fin del día, con canciones y oraciones en castellano. Y ahora ¡tendremos el desayuno también! ¡Olé!

Hoy haré una tabla para nuestra meta. Con diez pegatinas nuestra hija gana un libro nuevo en español. En suma, estas son las pistas para influir a un niño hacerse dueño a un hábito nuevo:

1. Qué tengan una meta en común, así deja que el niño o la niña exprese su deseo para el hábito nuevo (queremos hablar mejor antes de ir a México en vez de tienes que hablar español más )
2. Presentación de los datos de como y cuando practicar el nuevo practica. (Lo hablaremos también en el desayuno.)
3. Premio en el camino hacia la meta para apoyar el progreso (tabla de pegatinas para ganar libros en español)

¿Cuáles son tus sugerencias? ¿Cómo mantienes el progreso con hábitos nuevos? ¿Cómo implementas un cambio?

Gracias por leer Fake Flamenco! -Rebecca

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