En el avión hacia Buenos Aires en 2002, leí el periódico chileno, El Mercurio. La explosión de protestas en la capital de Argentina salió en la primera página. Tragué con dificultad. ¿Cómo le iba a informar a mi esposo Evan estas malas noticias? Mordí el labio inferior, respiré profundamente y toque su hombro, diciéndole, “Cariño, no sé como decírtelo, pero…”
El me miró y dijo simplemente, “Dímelo, no más.” Le apunté el artículo. “Se deshace la economía argentina. Desenlazaron el peso argentino del dólar. La gente se manifiesta violentamente en las calles en contra del corralito.” Me respondió de forma sabia, “Bueno, en todos casos vamos a Buenos Aires. Nuestró avión nos lleva allí mismo. Así, quizás no es tan mal como reportan en el periódico. Y si lo es, volveremos a casa, a Chile.” Le asenté con la cabeza. Tenía toda la razón, pero mi sangre corría rápidamente de todos modos.
El aeropuerto estaba llena de gente, gente calmada. Sacamos pesos argentinos de un cajero automático, recolectamos el equipaje y fuimos en taxi al Hostal Milhouse.

En camino, le pregunté al taxista sobre las manifestaciones. Según él, marcharon desde el edificio de Congreso a la Casa Rosada para mostrar su enojo por la devaluación de sus ahorros de toda la vida. Muchas mujeres golpearon ollas con cucharas de madera, ruidosamente, pero pacíficamente. Cité el Mercurio, que había muertos, pero el taxista se rió. “¿Qué saben los chilenos de nuestra crisis?” Tenía razón en lo que dijo, y traduje la conversación para Evan. Aliviados los dos, recibimos confirmación concreta el día después con los propios oídos y ojos.

En nuestro paseo turístico auto-guiado por la Avenida de Mayo, llegamos a una colección de personas manifestando cerca del Congreso. Sentimos el aire energético de su presencia. Evan comentó que había niños jugando en un parque al lado de la manifestación. El grupo tenía [placards] y golpeaba ollas y sartenes, el famoso cacerolazo. El taxista nos dijo la verdad. Era seguro el turismo. Nuestro servidor del almuerzo nos contó que el número de manifestadores había bajado desde diciembre cuando empezó el corralito. El y muchos argentinos más echaron la culpa por la crisis a la política neoliberalista del FMI

El corralito combinado con la inflación fuera de control, dejó a los argentinos más pobres cada día. De estar par en par con el dólar, en abril del 2002 llegó a un dólar para 3 pesos. combined with runaway inflation, left los argentinos poorer each day. Así, por ejemplo, los que trabajaron toda la vida para ahorrar $400.000, los quedó $125.000 en el banco, y sólo tenían permiso sacar $250 la semana.
Nos sentimos culpables por poder sacar dinero, cuando el pueblo argentino no podía. Toda la comida, todo el alojamiento, y cualquier gasto de turismo, pagamos en efectivo. Aunque era poco, nos alegró traer más pesos a Argentina. Bromeamos entre nosotros sobre la compra de un departamento en Buenos Aires. Quizás no era completamente de broma. Pero, sentimos que tomar ventaja de la crisis en esta manera no era correcto.

Así era la situación cuando lo conocimos a Martín en el restaurante italiano. Lástima que él vino a la Argentina para más oportunidades de empleo, pensando que sus finanzas personales iban a mejorar. Pero, a pesar de las circunstancias, nos ofreció la bondad de conectarnos con gente de su pueblo natal.
Más tarde en la semana, cruzamos el Río Plata. En el puerto de Montevideo, usé el cajero automático. Todo parecía normal hasta la parte clave de la transacción. La máquina hacía ruidos, las ruedas giraban, y nada salió. Tres veces intentaba sin éxito, cada vez pidiendo cantidades más chicas. Historia fácil de interpretar; los argentinos que eran muy listos vinieron por barco, usaron sus tarjetas bancarias y ¡dejaron vacía la máquina!
Pagamos al taxista uruguayo en dólares. Pero no tuvimos nada para los dueños del Hostal Chivito. Nos dijeron que no nos preocuparamos y nos ofrecieron la cena. En la mesa larga, comunal, la pregunté a una chica de donde era, me contestó “Yo soy uruguaya, ¿y vos?”(1) ¡Es mi frase favorita Rioplatense!
Por la mañana, Evan sacó dinero de un cajero automático un kilometro distante, regresó y pagó la cuenta. El amigo de la juventud de Martín nos recogió en su taxi. Y así terminó la historia.
O, ¿es que terminó? Me gustaría decir que la caída económica argentina tuvo un desenlace feliz. Incluso el FMI confiesa que manejaron mal la crisis monetario de Argentina. En mayo del 2018, re-establecieron el corralito de nuevo.
- En el accento Rioplatense, nombrado por el cuerpo de agua entre Uruguay y Argentina, la y se pronuncia como z sonora. La segunda persona, vos se usa en ambos lugares.
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